jueves, 1 de agosto de 2013

Tempus Fugit.

"Devora todas las cosas;
aves, bestias, plantas y flores;
roe el hierro, muerde el acero,
y pulveriza la peña compacta;
mata a reyes, arruina ciudades
y derriba las altas montañas."
Acertijo sobre el tiempo. J.R.R. Tolkien - "El Hobbit".

Camino por la orilla. Un conjunto de pequeñas calas pedregosas me abre un amplio abanico de pensamientos que sobrevuelan mi cabeza en la cálida y húmeda soledad en la que me encuentro en esta agitada tarde. Mientras mantengo el equilibrio a duras penas entre las rocas resbaladizas, miro al horizonte de este mar un tanto embravecido. En mis dieciocho años de vida, siempre ha sido para mí un gran entretenimiento pararme a pensar en la cruda fuerza implacable del tiempo. A la vez que la espuma dejada sutilmente por una gran ola me cubre los pies, miro esas formas tan peculiares del roquedo que me rodea. Formas circulares, ondulantes, micro túneles enigmáticos y pequeñas muescas indescriptibles. Es posible que esas rocas estuviesen tal cuál el año pasado, y el anterior. Hace una década, un siglo. Lo más seguro. El mar las arrastraría allí hace cientos o miles de años, y el ir y venir del oleaje las habrían dado forma. El roce del agua las suavizaría, quizá en el cenozoico, en el mesozoico, en el paleozoico o incluso en el precámbrico. Qué más da. Cuando ya no estemos sobre este mundo, esa roca seguirá dando tumbos mientras nosotros no seremos más que polvo.

Cada vez veo al tiempo más como un enemigo que como un aliado. Veo cómo se va llevando a seres queridos, cómo va degenerando todo aquello que conocimos en un principio, eso que pensamos que siempre estaría ahí. Siempre intentamos matar el tiempo y, pobres ingenuos, no somos conscientes de que serás él el que terminará matándonos. El tiempo te mata. El tiempo no se renueva, se agota. La noción del tiempo se nos escapa de las manos, como al bebé su primer juguete, sin darnos cuenta.

Destinados inevitablemente a la fatalidad, ¿qué nos espera más allá? Miro a lo lejos, como si fuera a surgir del agua esa respuesta que no existe. Bajo el sol abrasador y con un buen puñado de conchas me dispongo a tomar el camino de vuelta mientras noto con cierto miedo que sube la marea.

Tal vez no sea tan amargo el camino, pienso. Tal vez sea yo el que, al igual que hacía un momento, prefería caminar sobre las peligrosas rocas traicioneras de la vida en vez de por la suave arena de la orilla.
Da igual. Lo que tengo claro es que no quiero que mi vida sea un simple trance, no quiero sentirme como esas piedras, moldeadas por el tiempo y el destino sin poder hacer nada. Por desgracia, a veces, ya es demasiado tarde para darte cuenta de que te has pasado la vida esperando algo que nunca llega, y eso amigos, será nuestra historia triste, nuestra historia final.

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