Cuando termina una relación lo importante es no volver a caer en ella. O osea, si ves que no funciona, que te aburres, que siempre estáis discutiendo, entonces, ¿para qué vamos a ir para atrás? ¿Por qué siempre hacemos esa enorme gilipollez? ¿Por qué hay un día en que no sabemos resistirnos y volvemos a marcar su número? ¿Es que ya nos hemos olvidado de todo ese coñazo? Nada, no hay manera, nos hemos acostumbrado a la idea de estar en pareja.
Es extraño, a veces te sientes seguro de ti mismo y ni siquiera sabes bien por qué, y sabes que puedes manejar la situación, decidir cuándo empieza y cuándo acaba, si es que quieres que se acabe. En cambio, otras veces no. Y precisamente en esos casos es cuando te das realmente cuenta de qué es el amor y del daño que puede hacer. Pero también de lo bonito que es, joder, porque el amor te arrolla, no mira a nadie a la cara, te hace cometer locuras, te hace sentir feliz como ni siquiera podías imaginarte que podías serlo y después te hunde, como por ejemplo ahora, cuando no eres tú quien decide las cosas...
viernes, 22 de noviembre de 2013
jueves, 21 de noviembre de 2013
Con pasión y sin cosas raras
- ¡Venga! No me mires...
- Cómo no voy...
Pero en seguida se mete en la cama y se tapa.
- Tonto... - Luego sonríe, se lleva una mano a la espalda y desde debajo de las sábanas desliza el sujetador, después las bragas... Un instante y estoy a su lado, la huelo, le rozo la piel con los labios, le beso el pecho, me como dulcemente su pezón, le acaricio las piernas, luego lentamente las separo un poco y empiezo a tocarla. Ella también está excitada, siento cómo se mueve poco a poco bajo mi mano. Con dulzura, paso por encima de sus piernas.
E hicimos el amor y fue precioso, lentamente, con pasión y sin cosas raras.
El amor está hecho de cosas estúpidas
El amor está hecho de cosas estúpidas, de cosas que no tienen sentido, quizá, que hacen sonreír o negar con la cabeza, pero que en esos momentos parecen preciosas. El amor son esos mensajes que no quieren decir nada pero que lo dicen todo, a los que no prestas atención cuando llegan a diario pero que se convierten en una obsesión cuando empiezan a faltar. Si todos estuviéramos enamorados, este mundo sería precioso. El amor te vuelve idiota, pero generoso, la falta de amor te vuelve idiota y destructivo.
martes, 6 de agosto de 2013
Sabiendo que iba a perderla...
Había sobrevivido a mi infancia enfermiza y lamentable solo para vivir aquellos segundos.
Me dejé llevar por aquella criatura hasta el lecho, donde caí, literalmente, de culo. La luz de las velas acariciaba el perfil de su cuerpo. Mi rostro y mis labios quedaron a la altura de su vientre desnudo y sin darme ni cuenta de lo que estaba haciendo la besé bajo el ombligo y acaricié su piel contra mi mejilla. Para entonces ya me había olvidado de quién era y de dónde estaba. Se arrodilló frente a mí y tomó mi mano derecha. Lánguidamente, como un gato, me lamió los dedos de la mano de uno en uno y entonces me miró fijamente y empezó a quitarme la ropa. Cuando quise ayudarla sonrió y me apartó las manos.
- Shhhh.
- Cuando hubo terminado, se inclinó hacia mí y me lamió los labios.
- Ahora tú. Desnúdame. Despacio. Muy despacio.
Supe entonces que había sobrevivido a mi infancia enfermiza y lamentable solo para vivir aquellos segundos. La desnudé lentamente, deshojando su piel hasta que solo quedó sobre su cuerpo la cinta de terciopelo en torno a su garganta y aquellas medias negras de cuyos recuerdos más de un infeliz como yo podría vivir más de cien años.
- Acaríciame - me susurró al oído -. Juega conmigo.
Acaricié y besé cada centímetro de su piel como si quisiera memorizarlo de por vida. Chloé no tenía prisa y respondía al tacto de mis manos y mis labios con suaves gemidos que me guiaban. Luego me hizo tenderme sobre el lecho y cubrió mi cuerpo con el suyo hasta que sentí que cada poro me quemaba. Posé mis manos en su espalda y recorrí aquella línea milagrosa que marcaba su columna. Su mirada impenetrable me observaba a apenas unos centímetros de mi rostro. Sentí que tenía que decirle algo.
- Me llamo...
- Shhhh.
Antes de que pudiera decir alguna bobada más, Chloé posó sus labios sobre los míos y, por espacio de una hora, me hizo desaparecer del mundo. Consciente de mi torpeza pero haciéndome creer que no la advertía, Chloé anticipaba cada uno de mis movimientos y guiaba mis manos por su cuerpo sin prisa ni pudor. No había hastío ni ausencia en sus ojos. Se dejaba hacer y saborear con infinita paciencia y una ternura que me hizo olvidar cómo había llegado hasta allí. Aquella noche, por el breve espacio de una hora, me aprendí cada línea de su piel como otros aprenden oraciones o condenas. Más tarde, cuando apenas me quedaba aliento, Chloé me dejó apoyar la cabeza sobre su pecho y me acarició el pelo durante un largo silencio, hasta que me dormí en sus brazos con la mano entre sus muslos.
- Shhhh.
- Cuando hubo terminado, se inclinó hacia mí y me lamió los labios.
- Ahora tú. Desnúdame. Despacio. Muy despacio.
Supe entonces que había sobrevivido a mi infancia enfermiza y lamentable solo para vivir aquellos segundos. La desnudé lentamente, deshojando su piel hasta que solo quedó sobre su cuerpo la cinta de terciopelo en torno a su garganta y aquellas medias negras de cuyos recuerdos más de un infeliz como yo podría vivir más de cien años.
- Acaríciame - me susurró al oído -. Juega conmigo.
Acaricié y besé cada centímetro de su piel como si quisiera memorizarlo de por vida. Chloé no tenía prisa y respondía al tacto de mis manos y mis labios con suaves gemidos que me guiaban. Luego me hizo tenderme sobre el lecho y cubrió mi cuerpo con el suyo hasta que sentí que cada poro me quemaba. Posé mis manos en su espalda y recorrí aquella línea milagrosa que marcaba su columna. Su mirada impenetrable me observaba a apenas unos centímetros de mi rostro. Sentí que tenía que decirle algo.
- Me llamo...
- Shhhh.
Antes de que pudiera decir alguna bobada más, Chloé posó sus labios sobre los míos y, por espacio de una hora, me hizo desaparecer del mundo. Consciente de mi torpeza pero haciéndome creer que no la advertía, Chloé anticipaba cada uno de mis movimientos y guiaba mis manos por su cuerpo sin prisa ni pudor. No había hastío ni ausencia en sus ojos. Se dejaba hacer y saborear con infinita paciencia y una ternura que me hizo olvidar cómo había llegado hasta allí. Aquella noche, por el breve espacio de una hora, me aprendí cada línea de su piel como otros aprenden oraciones o condenas. Más tarde, cuando apenas me quedaba aliento, Chloé me dejó apoyar la cabeza sobre su pecho y me acarició el pelo durante un largo silencio, hasta que me dormí en sus brazos con la mano entre sus muslos.
"El juego del ángel" Carlos Ruiz Zafón.
Vidal alzó las cejas.
- No me salgas ahora con que no eres un descreído como yo y quieres llegar impoluto de corazón y de bajos al lecho nupcial, que eres una alma pura que ansía esperar ese momento mágico en que el amor verdadero te lleve a descubrir el éxtasis de la carne y el alma en unísono bendecido por el Espíritu Santo y así poblar el mundo de criaturas que lleven tu apellido y los ojos de su madre, esa santa mujer dechado de virtud y recato de cuya mano entrarás en las puertas del cielo bajo la benevolente y aprobadora mirada del niño Jesús.
- No iba a decir eso.
- Me alegro, porque es posible, y subrayo posible, que ese momento no llegue nunca, que no te enamores, que no quieras ni puedas entregarle la vida a nadie y que, como yo, cumplas un día los cuarenta y cinco años y te des cuenta de que ya no eres joven y que no había para ti un coro de cupidos con liras ni un lecho de rosas blancas tendido hacia el altar, y la única venganza que te quede sea robarle a la vida el placer de esa carne firme y ardiente que se evapora más rápido que las buenas intenciones, y que es lo más parecido al cielo que encontrarás en este cochino mundo donde se pudre todo, empezando por la belleza y acabando por la memoria.
- No me salgas ahora con que no eres un descreído como yo y quieres llegar impoluto de corazón y de bajos al lecho nupcial, que eres una alma pura que ansía esperar ese momento mágico en que el amor verdadero te lleve a descubrir el éxtasis de la carne y el alma en unísono bendecido por el Espíritu Santo y así poblar el mundo de criaturas que lleven tu apellido y los ojos de su madre, esa santa mujer dechado de virtud y recato de cuya mano entrarás en las puertas del cielo bajo la benevolente y aprobadora mirada del niño Jesús.
- No iba a decir eso.

La envidia es la religión de los mediocres.
La envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro, y en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infieles como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus trapaceros intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá.
jueves, 1 de agosto de 2013
Tempus Fugit.
"Devora todas las cosas;
aves, bestias, plantas y flores;
roe el hierro, muerde el acero,
y pulveriza la peña compacta;
mata a reyes, arruina ciudades
y derriba las altas montañas."
Acertijo sobre el tiempo. J.R.R. Tolkien - "El Hobbit".
Camino por la orilla. Un conjunto de pequeñas calas pedregosas me abre un amplio abanico de pensamientos que sobrevuelan mi cabeza en la cálida y húmeda soledad en la que me encuentro en esta agitada tarde. Mientras mantengo el equilibrio a duras penas entre las rocas resbaladizas, miro al horizonte de este mar un tanto embravecido. En mis dieciocho años de vida, siempre ha sido para mí un gran entretenimiento pararme a pensar en la cruda fuerza implacable del tiempo. A la vez que la espuma dejada sutilmente por una gran ola me cubre los pies, miro esas formas tan peculiares del roquedo que me rodea. Formas circulares, ondulantes, micro túneles enigmáticos y pequeñas muescas indescriptibles. Es posible que esas rocas estuviesen tal cuál el año pasado, y el anterior. Hace una década, un siglo. Lo más seguro. El mar las arrastraría allí hace cientos o miles de años, y el ir y venir del oleaje las habrían dado forma. El roce del agua las suavizaría, quizá en el cenozoico, en el mesozoico, en el paleozoico o incluso en el precámbrico. Qué más da. Cuando ya no estemos sobre este mundo, esa roca seguirá dando tumbos mientras nosotros no seremos más que polvo.
Cada vez veo al tiempo más como un enemigo que como un aliado. Veo cómo se va llevando a seres queridos, cómo va degenerando todo aquello que conocimos en un principio, eso que pensamos que siempre estaría ahí. Siempre intentamos matar el tiempo y, pobres ingenuos, no somos conscientes de que serás él el que terminará matándonos. El tiempo te mata. El tiempo no se renueva, se agota. La noción del tiempo se nos escapa de las manos, como al bebé su primer juguete, sin darnos cuenta.
Destinados inevitablemente a la fatalidad, ¿qué nos espera más allá? Miro a lo lejos, como si fuera a surgir del agua esa respuesta que no existe. Bajo el sol abrasador y con un buen puñado de conchas me dispongo a tomar el camino de vuelta mientras noto con cierto miedo que sube la marea.
Tal vez no sea tan amargo el camino, pienso. Tal vez sea yo el que, al igual que hacía un momento, prefería caminar sobre las peligrosas rocas traicioneras de la vida en vez de por la suave arena de la orilla.
Da igual. Lo que tengo claro es que no quiero que mi vida sea un simple trance, no quiero sentirme como esas piedras, moldeadas por el tiempo y el destino sin poder hacer nada. Por desgracia, a veces, ya es demasiado tarde para darte cuenta de que te has pasado la vida esperando algo que nunca llega, y eso amigos, será nuestra historia triste, nuestra historia final.
aves, bestias, plantas y flores;
roe el hierro, muerde el acero,
y pulveriza la peña compacta;
mata a reyes, arruina ciudades
y derriba las altas montañas."
Acertijo sobre el tiempo. J.R.R. Tolkien - "El Hobbit".
Camino por la orilla. Un conjunto de pequeñas calas pedregosas me abre un amplio abanico de pensamientos que sobrevuelan mi cabeza en la cálida y húmeda soledad en la que me encuentro en esta agitada tarde. Mientras mantengo el equilibrio a duras penas entre las rocas resbaladizas, miro al horizonte de este mar un tanto embravecido. En mis dieciocho años de vida, siempre ha sido para mí un gran entretenimiento pararme a pensar en la cruda fuerza implacable del tiempo. A la vez que la espuma dejada sutilmente por una gran ola me cubre los pies, miro esas formas tan peculiares del roquedo que me rodea. Formas circulares, ondulantes, micro túneles enigmáticos y pequeñas muescas indescriptibles. Es posible que esas rocas estuviesen tal cuál el año pasado, y el anterior. Hace una década, un siglo. Lo más seguro. El mar las arrastraría allí hace cientos o miles de años, y el ir y venir del oleaje las habrían dado forma. El roce del agua las suavizaría, quizá en el cenozoico, en el mesozoico, en el paleozoico o incluso en el precámbrico. Qué más da. Cuando ya no estemos sobre este mundo, esa roca seguirá dando tumbos mientras nosotros no seremos más que polvo.
Destinados inevitablemente a la fatalidad, ¿qué nos espera más allá? Miro a lo lejos, como si fuera a surgir del agua esa respuesta que no existe. Bajo el sol abrasador y con un buen puñado de conchas me dispongo a tomar el camino de vuelta mientras noto con cierto miedo que sube la marea.
Tal vez no sea tan amargo el camino, pienso. Tal vez sea yo el que, al igual que hacía un momento, prefería caminar sobre las peligrosas rocas traicioneras de la vida en vez de por la suave arena de la orilla.
Da igual. Lo que tengo claro es que no quiero que mi vida sea un simple trance, no quiero sentirme como esas piedras, moldeadas por el tiempo y el destino sin poder hacer nada. Por desgracia, a veces, ya es demasiado tarde para darte cuenta de que te has pasado la vida esperando algo que nunca llega, y eso amigos, será nuestra historia triste, nuestra historia final.
miércoles, 10 de julio de 2013
"Collige, virgo, rosas".
La juventud. ¿Qué puede haber más bello? Etapa de risas, etapa de amores. Etapa de lágrimas, de tristeza, de noches en vela y de amaneceres con resaca. De música, de fiesta. De saltar y disfrutar, abrazar a tu amigo, besar a tu amor. La juventud se traduce en ganas de vivir, ganas de experimentar, ganas de tener algo por lo que valga la pena recordar.
Estamos ante la mejor etapa de nuestras vidas, la apoteosis de nuestra existencia en la que por primera vez nos sentimos libres e independientes. Comenzamos a sentirnos realizados, a sentirnos plenos. Es tiempo de cometer errores, de hacer locuras, de no arrepentirnos por no haberlas hecho.
La juventud no se mide en años, se mide en ganas. Es un estado de ánimo, un estado de espíritu, que en el fondo no languidece hasta el fin de nuestros días.
A veces me culpo a mi mismo y me digo: "Joder, aprovecha el momento, haz todo aquello que te gustaría hacer, que luego no podrás". Y es verdad, nos pasamos la vida encasillados en una rutina aburrida y monótona. Olvidamos el valor irrecuperable de la juventud, de la belleza.
Y estaréis pensando qué narices hace este tarado hablándoos de la juventud. Pues bien, en estas tardes solitarias de verano, mi mente no hace más que trabajar. Me he mirado a mí mismo, sentado en la silla, enfrente de la pantalla. Y me he prometido que esto no es por lo que quiero recordar mi juventud. Quiero recordar el comienzo de mi juventud con aroma a alcohol, aroma a fiesta, a playa, a pueblo, a tinto con los amigos, a risas por el centro, a despedidas en el metro. A caricias prohibidas y a besos robados, a susurros de amor por las esquinas, a miradas ardientes de deseo.
La vida no es más que un camino efímero el cuál no sabemos cuándo vamos a abandonar, para continuar con el sendero oscuro, desconocido, de la muerte. No somos más que simple polvo de estrellas ni más que unos insignificantes seres que pasarán sin pena ni gloria por estos lares. Me he decidido a mí mismo que voy a intentar vivir el presente con ganas sin pensar demasiado en el futuro, pues llegará con tanta velocidad que no seremos conscientes de ello.
Estamos ante la mejor etapa de nuestras vidas, la apoteosis de nuestra existencia en la que por primera vez nos sentimos libres e independientes. Comenzamos a sentirnos realizados, a sentirnos plenos. Es tiempo de cometer errores, de hacer locuras, de no arrepentirnos por no haberlas hecho.
La juventud no se mide en años, se mide en ganas. Es un estado de ánimo, un estado de espíritu, que en el fondo no languidece hasta el fin de nuestros días.

Y estaréis pensando qué narices hace este tarado hablándoos de la juventud. Pues bien, en estas tardes solitarias de verano, mi mente no hace más que trabajar. Me he mirado a mí mismo, sentado en la silla, enfrente de la pantalla. Y me he prometido que esto no es por lo que quiero recordar mi juventud. Quiero recordar el comienzo de mi juventud con aroma a alcohol, aroma a fiesta, a playa, a pueblo, a tinto con los amigos, a risas por el centro, a despedidas en el metro. A caricias prohibidas y a besos robados, a susurros de amor por las esquinas, a miradas ardientes de deseo.
La vida no es más que un camino efímero el cuál no sabemos cuándo vamos a abandonar, para continuar con el sendero oscuro, desconocido, de la muerte. No somos más que simple polvo de estrellas ni más que unos insignificantes seres que pasarán sin pena ni gloria por estos lares. Me he decidido a mí mismo que voy a intentar vivir el presente con ganas sin pensar demasiado en el futuro, pues llegará con tanta velocidad que no seremos conscientes de ello.
viernes, 3 de mayo de 2013
No os diré no lloréis, pues no todas las lágrimas son amargas, queridos pre-universitarios..
Noche, noche triste, nostálgica. Noche de recuerdos. Noche de tiempos pasados, lejanos, felices. Como si de un reloj de arena de juego de mesa se tratase, la vida avanza veloz, el tiempo consume nuestros días, poderoso, sin reparos. Parece que fue ayer cuando éramos unos niños que apenas sabían hablar y comenzamos a entender con dificultades lo que iba a significar ese lugar feo al que nos llevaban todas las mañanas a regañadientes: el colegio. Y ahora, quince años después, esa generación del 95 se han convertido ya casi en universitarios. Quince años viendo las mismas caras, a los mismos compañeros y a esos profesores a los que nunca olvidarás.
No se si os pasará lo mismo, pero yo siento que este tiempo ha pasado volando, casi sin darme cuenta me he convertido en un hombre, aunque para qué negarlo, sigo teniendo el alma de aquel enano que en el año 1998 comenzó a disfrutar los mejores años de su vida. Si volviera a nacer, no tengo la más mínima duda de que no cambiaría absolutamente nada de lo vivido hasta el momento. En ese lugar al que no quería ni en pintura (del cuál ahora mismo no me marcharía jamás) he vivido multitud de historias que me sacan una sonrisa cada vez que vuelven a mi mente, y alguna que otra lágrima también. La etapa más importante y feliz de nuestra vida ha pasado. Se acabaron las facilidades, se acabó el no tener más preocupación que poder sacar el curso. En el fondo, tengo miedo de abandonar la que ha sido mi segunda casa. No me gusta la idea de levantarme por las mañanas y no volver a ver a toda esa gente con la que he compartido los mejores y los peores momentos. Tampoco me gustaría levantarme y saber que no me voy a sentar en esos pupitres tan característicos y en esas sillas que dan tantos dolores de espalda. Pero es así, la vida sigue, inexpugnable, no hay arma ni persuasión que la venza, el único poder que doblegará siempre al hombre.
No puedo sentir otra cosa que melancolía pura y dura al acordarme de esos recreos de hace una década, esos partidos de fútbol con esas pelotas multiformes de goma espuma, esas peleas inocentes por saber quién era el mejor equipo, mientras las niñas jugaban con sus muñecas aún sin saber que pronto ellas mismas serían nuestro entretenimiento preferido. Los años pasaban, pero no los amigos, incluso algunos llegaron a ser como tus propios hermanos... Pero el tiempo, como todo, cambia a las personas. Imposible no acordarse de los días de disfraces, las misas, las actuaciones de teatro donde dimos nuestros primeros pinitos como actores... Eso sí, deseando que pasase muy muy rápido el tiempo (pobres ingenuos) para que llegase por fin el día esencial: la fiesta de final de curso, con su castillos hinchables, sus chuches, su mercadillo, su tinte de pelo... . Sin comerlo ni beberlo, de pronto nos vimos envueltos en aquel edificio de "los mayores", aunque todos nos veíamos aún de lo más pequeños.
De repente, tu vida empezaba a cambiar. Las tardes de estudio comenzaron a existir, a la vez que las tardes de pensar en si le gustabas o no a esa chica a lo que no te atrevías a decir nada. Y como si de un agujero en el tiempo se tratase, los años pasaron como flechas, sin casi darnos cuenta, como un mero trámite, casi sin avisarnos de lo próximo que estaba el gran cambio. Estos últimos años han sido los más importantes. La adolescencia, ya casi superada, fue una etapa en la que nos dimos cuenta realmente de quién valía la pena. Aparecían nuevas personas, nuevos amigos, nuevos retos... Apareció el primer gran amor, esa persona con la que aprendí lo que significaba de verdad sentir a tope cada instante la vida. "But lovers always come and lovers always go...".
Si de algo puedo estar orgulloso es de haber podido compartir mi vida con vosotros, con esos amigos increíbles que me han acompañado en este complicado proceso de crecimiento. Espero teneros a mi lado, a la mayoría de vosotros, hasta el fin de mis días. Sí no es así tened por seguro que en mi pensamiento siempre lo estaréis. Sois inolvidables, al igual que nuestros últimos recreos en la esquina del siniestro. Tengo una gran ilusión de que dentro de algún tiempo nos volvamos a reunir todos a tomarnos un panini y unos risketos, hablar y reír, como siempre lo hacemos.
Espero que me recordéis siempre como ese chaval alegre que os hacía el día a día un poco más divertido con sus gilipolleces. Recordadme por mis paridas, por mis chistes, por mi cariño o simpatía, mientras me recordéis como algo bueno, mi vida ya habrá valido en gran parte la pena. Nada en esta cochina vida vale dos duros si no tienes a nadie con quien compartirlo, es así. Recordadme, ya sea mucho o poco, pues mientras me recordéis, una pequeña parte de mí será inmortal gracias a vosotros.
Termino de escribir esto con un nudo marinero en la garganta, y a falta de más palabras, prefiero morderme la voz. Una mezcla de añoranza, tristeza y alegría me estremece al recordar mis vivencias, nada engaña más que los recuerdos.
NO OS DIRÉ NO LLORÉIS, PUES NO TODAS LAS LÁGRIMAS SON AMARGAS. OS DESEO LO MEJOR EN VUESTRAS VIDAS. CON CARIÑO, ÁLVARO BARCO.
No se si os pasará lo mismo, pero yo siento que este tiempo ha pasado volando, casi sin darme cuenta me he convertido en un hombre, aunque para qué negarlo, sigo teniendo el alma de aquel enano que en el año 1998 comenzó a disfrutar los mejores años de su vida. Si volviera a nacer, no tengo la más mínima duda de que no cambiaría absolutamente nada de lo vivido hasta el momento. En ese lugar al que no quería ni en pintura (del cuál ahora mismo no me marcharía jamás) he vivido multitud de historias que me sacan una sonrisa cada vez que vuelven a mi mente, y alguna que otra lágrima también. La etapa más importante y feliz de nuestra vida ha pasado. Se acabaron las facilidades, se acabó el no tener más preocupación que poder sacar el curso. En el fondo, tengo miedo de abandonar la que ha sido mi segunda casa. No me gusta la idea de levantarme por las mañanas y no volver a ver a toda esa gente con la que he compartido los mejores y los peores momentos. Tampoco me gustaría levantarme y saber que no me voy a sentar en esos pupitres tan característicos y en esas sillas que dan tantos dolores de espalda. Pero es así, la vida sigue, inexpugnable, no hay arma ni persuasión que la venza, el único poder que doblegará siempre al hombre.
No puedo sentir otra cosa que melancolía pura y dura al acordarme de esos recreos de hace una década, esos partidos de fútbol con esas pelotas multiformes de goma espuma, esas peleas inocentes por saber quién era el mejor equipo, mientras las niñas jugaban con sus muñecas aún sin saber que pronto ellas mismas serían nuestro entretenimiento preferido. Los años pasaban, pero no los amigos, incluso algunos llegaron a ser como tus propios hermanos... Pero el tiempo, como todo, cambia a las personas. Imposible no acordarse de los días de disfraces, las misas, las actuaciones de teatro donde dimos nuestros primeros pinitos como actores... Eso sí, deseando que pasase muy muy rápido el tiempo (pobres ingenuos) para que llegase por fin el día esencial: la fiesta de final de curso, con su castillos hinchables, sus chuches, su mercadillo, su tinte de pelo... . Sin comerlo ni beberlo, de pronto nos vimos envueltos en aquel edificio de "los mayores", aunque todos nos veíamos aún de lo más pequeños.
De repente, tu vida empezaba a cambiar. Las tardes de estudio comenzaron a existir, a la vez que las tardes de pensar en si le gustabas o no a esa chica a lo que no te atrevías a decir nada. Y como si de un agujero en el tiempo se tratase, los años pasaron como flechas, sin casi darnos cuenta, como un mero trámite, casi sin avisarnos de lo próximo que estaba el gran cambio. Estos últimos años han sido los más importantes. La adolescencia, ya casi superada, fue una etapa en la que nos dimos cuenta realmente de quién valía la pena. Aparecían nuevas personas, nuevos amigos, nuevos retos... Apareció el primer gran amor, esa persona con la que aprendí lo que significaba de verdad sentir a tope cada instante la vida. "But lovers always come and lovers always go...".
Si de algo puedo estar orgulloso es de haber podido compartir mi vida con vosotros, con esos amigos increíbles que me han acompañado en este complicado proceso de crecimiento. Espero teneros a mi lado, a la mayoría de vosotros, hasta el fin de mis días. Sí no es así tened por seguro que en mi pensamiento siempre lo estaréis. Sois inolvidables, al igual que nuestros últimos recreos en la esquina del siniestro. Tengo una gran ilusión de que dentro de algún tiempo nos volvamos a reunir todos a tomarnos un panini y unos risketos, hablar y reír, como siempre lo hacemos.
Espero que me recordéis siempre como ese chaval alegre que os hacía el día a día un poco más divertido con sus gilipolleces. Recordadme por mis paridas, por mis chistes, por mi cariño o simpatía, mientras me recordéis como algo bueno, mi vida ya habrá valido en gran parte la pena. Nada en esta cochina vida vale dos duros si no tienes a nadie con quien compartirlo, es así. Recordadme, ya sea mucho o poco, pues mientras me recordéis, una pequeña parte de mí será inmortal gracias a vosotros.
Termino de escribir esto con un nudo marinero en la garganta, y a falta de más palabras, prefiero morderme la voz. Una mezcla de añoranza, tristeza y alegría me estremece al recordar mis vivencias, nada engaña más que los recuerdos.
NO OS DIRÉ NO LLORÉIS, PUES NO TODAS LAS LÁGRIMAS SON AMARGAS. OS DESEO LO MEJOR EN VUESTRAS VIDAS. CON CARIÑO, ÁLVARO BARCO.
lunes, 15 de abril de 2013
Atrasado a mi tiempo, razonablemente sensato.
Quizá sea yo, quizá sea esta sociedad corrompida que se rige por modas absurdas. Siempre pensé, en mi ignorancia, que la inocencia nunca se perdía o por lo menos en parte. Si algo nos enamora de una mujer es su fragilidad, sentirnos poderosos ante ella en el sentido de ser su apoyo, imaginar que con un simple abrazo puedes apaciguar todos los males que la hieran por dentro, ser su alma gemela, su media naranja, cada uno que lo llame como le dé la gana. A medida que abandonas la adolescencia te vas dando cuenta de que tu mejor época está pasando, p
ero parece que en la actualidad no saben verlo. Las niñas de hoy en día quieren ser mayores, fumando, bebiendo y buscando aventuras de ensueño con algún príncipe encantador mazado, que les haga pasar un buen rato. Se creen que por ir con faldas ultra cortas y ajustadas enamoran, y lo único que hacen es calentar el ambiente. Ojo, que a lo mejor soy yo, que pienso muy raro, pero así no vais a llegar a ningún lado. ¿Tanto cuesta encontrar hoy en día una chica que te pueda enamorar antes hablándote en pijama que restregando su trasero por todos lados? Una chica que no necesite de unos taconazos y un kilo de pote para sentirse guapa y segura, una chica que no tenga la necesidad de estropear su imagen con tal de sentirse apreciada o querida..
Me gustaría encontrar una chica que no sienta la necesidad de comportarse como una perra en celo cuando suena esa "música" machista donde las haya que tanto os gusta. Una chica que te enamore con la mirada, que al cogerla por la cintura te responda con una caricia que te llene de escalofríos, una chica que no esté maniatada frente a los excesos de la sociedad, que no se sienta obligada a ser como algunos quieren que sea.
En serio chicas, no tenéis necesidad de estropearos la juventud por tal de hacer felices a unos pocos que tendrán una ruina por vida dentro de poco.
Si existes, chica perfecta, encantado de conocerte.
martes, 26 de marzo de 2013
"Eloísa está debajo de un almendro"
SEÑORA: Es lo que yo digo: que hay gente muy mala por el mundo...
AMIGO: Muy mala señora Gregoria.
SEÑORA: Y que a perro flaco to son pulgas.
AMIGO: También.
MARIDO: Pero, al fin al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usté?
AMIGO: Eso, desde luego. como que después de un día viene otro, y Dios aprieta, pero no ahoga.
MARIDO: ¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero yo me asocié con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos y porque lo que uno no piensa se le ocurre al otro. Pero de casta le viene al galgo ser rabilargo: el padre de Melecio siempre ha sido de los de quítate tú pa ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja, y yo a darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.
AMIGO: Que lo que ca uno vale a la cara le sale.
SEÑORA: Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.
MARIDO: Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa te echará, yo me dije digo: "Hasta aquí hemos llegao; se acabó lo que se daba; tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal tiempo buena cara y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último".
SEÑORA: Y los malos ratos pasan pronto.
MARIDO: ¡Cabal! Conque le abordé al Melecio porque los hombres hablando se entienden, y le dije: "Las cosas claras y el chocolate espeso; esto pasa de castaño oscuro, así que cruz y raya y tú por un lao y yo por el otro; ahí te quedas, mundo amargo, y si te he visto no me acuerdo". ¿Y qué le parece que hizo él?
AMIGO: ¿El qué?
MARIDO: Pues contestarme con un refrán.
AMIGO: ¿Que le contestó a usté con un refrán?
SEÑORA: ¡Con un refrán, señor Eloy!
AMIGO: ¡Ay, qué tío más cínico!
MARIDO: ¿Qué le parece?
SEÑORA: ¿Será sinvergüenza?
AMIGO: Hombre, ese tío es un canalla capaz de tó.
AMIGO: Muy mala señora Gregoria.
SEÑORA: Y que a perro flaco to son pulgas.
AMIGO: También.
MARIDO: Pero, al fin al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usté?
AMIGO: Eso, desde luego. como que después de un día viene otro, y Dios aprieta, pero no ahoga.
MARIDO: ¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero yo me asocié con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos y porque lo que uno no piensa se le ocurre al otro. Pero de casta le viene al galgo ser rabilargo: el padre de Melecio siempre ha sido de los de quítate tú pa ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja, y yo a darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.
AMIGO: Que lo que ca uno vale a la cara le sale.
SEÑORA: Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.
MARIDO: Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa te echará, yo me dije digo: "Hasta aquí hemos llegao; se acabó lo que se daba; tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal tiempo buena cara y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último".
SEÑORA: Y los malos ratos pasan pronto.

AMIGO: ¿El qué?
MARIDO: Pues contestarme con un refrán.
AMIGO: ¿Que le contestó a usté con un refrán?
SEÑORA: ¡Con un refrán, señor Eloy!
AMIGO: ¡Ay, qué tío más cínico!
MARIDO: ¿Qué le parece?
SEÑORA: ¿Será sinvergüenza?
AMIGO: Hombre, ese tío es un canalla capaz de tó.
domingo, 20 de enero de 2013
Solo las cosas vivas son hermosas

Solo las cosas vivas son hermosas.
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