Hoy es un día triste. La verdad, bastante. Cuesta escribir estas palabras mientras no haces más que recordar momentos junto a él. Hoy dejo de lado al amor, a los amigos, a los problemas insignificantes al fin y al cabo.. Y me centro en ti. Te fuiste hace nada, y ya todos te echamos de menos. A tu voz grave, a tu acento pueblerino, a tu forma de ser, a tu bastón, a tu leña, a las arrugas de tu cara, a esa mirada profunda, que se ha apagado. Todos éramos conscientes de lo mal que estabas, de que tu cuerpo no resistía más, pero aún así ha dolido mucho despedirse de ti. Más que nadie yo se lo que has pasado. Te he acompañado en todos estos malos momentos, he visto cómo ese hombre rudo y fuerte que siempre recordaré, partiendo leña, se convertía poco a poco en un saco de huesos y pellejo. El maldito alzheimer fue matando tus recuerdos, tus pensamientos, la claridad de tus ideas. La metástasis de tus huesos hizo polvo tus piernas. Y el cáncer, poco a poco, te alejó de nosotros. Meses postrado en una cama, con heridas y dolores continuos, pensamiento borroso, ideas menos claras. La verdad, me alegro un poco de ello, de que perdieras la cabeza en los últimos momentos, así sufriste menos, y nos hiciste sufrir menos a nosotros, y también, por qué no, sacarnos alguna sonrisa. Posiblemente ni te dieras cuenta, posiblemente, a los diez minutos después de ir a verte al hospital, ni te acordarías. Y probable es que ni siquiera supieses quien era. Y de eso estoy muy orgulloso, de haber perdido mañanas y tardes enteras por ir a verte, por no poder salir muchos días por visitarte, por ir a verte después de cada entrenamiento, y también felicitarte en persona en cada uno de los días importantes de Navidad. Quizás me queda esa espinita clavada, de no poder haber disfrutado más de tu plena compañía, de esos días en el pueblo que ya nunca más se van a repetir, que de pequeño tanto odiaba y tan aburridos me parecían, y ahora tanto echo de menos. Días que parecen tan cercanos pero de los que hacen años y años y años.. Con esos momentos buenos son los que me voy a quedar. También me queda el consuelo de que, casualidad o no, fui el último en verte relativamente bien, y que esa última vez que te vi y pudiste apretarme la mano, te pude hacer reír como un niño. Esa sonrisa envuelta en dolores y calmantes, y esos besos que te dí antes de irme, eso, se ha agarrado a lo más profundo de mi corazón y no se va a mover de ahí hasta que, en un futuro, quién sabe, pueda volver a disfrutar de tu compañía allí donde quiera que estés.
De algo puedes estar orgulloso, y es del cariño que te teníamos todos. Estabas muy guapo el día de tu despedida, como siempre fuiste. Todo lo que más querías en este mundo fue a despedirse de ti. Prometo ir a verte cada vez que me sea posible, y hablar contigo y contarte como pasa mi vida, ojalá, para bien.
Después de una vida entera trabajando en el campo, y después meses y meses de dolor. Te toca descansar al fin. Te lo mereces. Tu llama nunca se apagará dentro de nuestros corazones. Descansa merecidisimamente en paz abuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario