domingo, 18 de septiembre de 2011

Náufrago de certezas, seguro de felicidad.

Y oigo una risa. Su risa. La risa de la que he añorado, de la que he buscado, ella, mi sueño de mil noches.
Es el centro de atención, como siempre. Cuenta algo y se ríe, y todos se ríen. Mientras yo, solo, me quedo en silencio. Éste es el momento que tanto he esperado. ¿Cuántas veces hurgando en los recuerdos, apartando momentos dolorosos y de desilusión, he encontrado su sonrisa? Y ahora, está frente a mí. Y la comparto con otras personas. Todo lo que era mío, solo mío. Y repentinamente, me veo a través de un laberinto de recuerdos.
Nuestro primer encuentro, nuestro primer beso, nuestra primera vez.. La explosión enloquecida de mi amor por ti. Y en un momento recuerdo todo lo que no he podido decirte, todo lo que callé, todo lo que hubiera querido que supieras, la grandeza de mi amor. Yo simple cortesano admitido en tu corte, arrodillado delante de tu sonrisa, frente a la grandeza de tu reino, hubiera querido mostrarte el mío. En una bandeja de plata, abriendo los brazos en una reverencia, mostrándote mi regalo, lo que sentía por ti, un amor sin límites.
Aquí tienes mi señora. Todo esto que ves es tuyo. Solo tuyo. Eso es, éste es el amor que sentía por ti, y más aún. Porque esto es solo lo que podemos saber. Te quería por encima de todo aquello que no podemos ver, de todo lo que podemos conocer. Ya está. Eso es quizás lo que me hubiese gustado decirte. Pero no pude, no pude decirte nada que tuvieras ganas de escuchar.
Y ahora, ¿qué puedo decirle a esa chica? ¿A quién puedo decirle las maravillas de ese gran imperio que le pertenecía? Te miro y ya no estás. ¿Dónde te has metido? ¿Dónde está esa sonrisa que me convertía en náufrago de certezas pero tan seguro de felicidad?
Querría escapar pero no hay tiempo, ya no hay tiempo.-

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